AMOR PROPIO
El amor propio correspondería al concepto de amor por uno mismo utilizado desde planteamientos más filosóficos. Desde la psicología, el amor propio se ha conceptualizado científicamente como autoestima. Hace referencia a la valoración o estima que una persona tiene de sí mismo.
Según el Psiquiatra Enrique Rojas, existen 9 claves que determinan un buen nivel de amor propio o autoestima:
El juicio personal: debe contener los aspectos conseguidos y aquellos por alcanzar y el resultado de la valoración debe ser positiva.
La aceptación de uno mismo: la persona se acepta con sus virtudes y sus defectos.
El aspecto físico: se aceptan e integran la morfología corporal y las características fisiológicas.
El patrimonio psicológico: la aceptación positiva de la propia personalidad (pensamientos, inteligencia, conciencia, lenguaje verbal y no verbal, voluntad, interpretación vital, etc.).
Entorno socio-cultural: hace referencia al ámbito social en el que se desarrollan los propios recursos de relación interpersonal. Relaciones saludables son indicativo de un nivel positivo de autoestima o amor propio.
El trabajo: es importante que el aspecto laboral sea fuente de satisfacción personal que nos permita dedicarnos a él con compromiso y, a la vez, retro-alimentarnos positivamente de esa dedicación.
Evitar la envidia y la comparación: esta acción puede suponer un menoscabo en la estima personal y se basa en valoraciones superficiales que no profundizan en aspectos personales realmente importantes. Para contrarrestarlo, es importante forjar un proyecto de vida personal propio que sustente nuestros pasos vitales.
Desarrollar la empatía: es síntoma de madurez personal que nos permite comprender los hechos mucho más allá de una valoración subjetiva sesgada por percepciones personales.
Altruismo: supone la entrega a los demás desde un respeto por uno mismo. El altruismo es signo de un alto nivel de madurez personal.
HERIDAS DE LA INFANCIA
Cuando se abre esta herida, el niño va a compensar esa situación con una máscara, una respuesta a esa carencia. Cada una de las siguientes heridas tiene su propia máscara:
1. El Rechazo
El miedo al rechazo es una de las heridas emocionales más profundas, porque siente que no tiene derecho a vivir. Implica una desconexión de nuestro interior: nuestros deseos, nuestros pensamientos y nuestros sentimientos.
Esta herida suele aparecer antes de nacer, en el vientre; cuando la madre no quiere ese niño en ese momento (es el momento “predictor”).En general es el rechazo de alguno de los padres y/o de la familia. Genera pensamientos de rechazo, de no ser deseado y de descalificación hacia uno mismo.
Puede ser también que llegue con un sexo contrario al que se espera. O rechazo porque es de piél más oscura o con alguna animalia física.
Si es tu caso, trata de hacerte amigo de esa herida, de conocerla, de arriesgar y de tomar decisiones por ti mismo. Cada vez te molestará menos que la gente se aleje y no te tomarás como algo personal que se olviden de ti en algún momento.
2. El Abandono
El abandono genera dificultad en la comunicación. La persona con abandono suele sentirse, también, rechazado.
Ante la herida de abandono la persona compensará siendo emocional o mentalmente dependiente.
Estos sobrereaccionarán ante situaciones donde los demás de olviden de ellos: la pareja llega tarde sin avisar, por ejemplo. A menudo ahogarán a sus parejas exigiendo sutilmente que les quieren. Habrá una constante vigilancia hacia esta carencia, lo que ocasionará que quien la haya padecido abandone a sus parejas y a sus proyectos de forma temprana, por temor a ser ella la abandonada. Sería algo así como “te dejo antes de que tú me dejes a mí”, “nadie me apoya, no estoy dispuesto a soportar esto”, “si te vas, no vuelvas…”.
Las personas que han tenido las heridas emocionales del abandono en la infancia, tendrán que trabajar su miedo a la soledad, su temor a ser rechazadas y las barreras invisibles al contacto físico.
La herida causada por el abandono no es fácil de curar. Así, tú mismo serás consciente de que ha comenzado a cicatrizar cuando el temor a los momentos de soledad desaparezca y en ellos empiece a fluir un diálogo interior positivo y esperanzador.
3- La Humillación
Además, podemos haber aprendido a ser “tiranos” y egoístas como un mecanismo de defensa, e incluso a humillar a los demás como escudo protector.
Haber sufrido este tipo de experiencias requiere que trabajemos nuestra independencia, nuestra libertad, la comprensión de nuestras necesidades y temores, así como nuestras prioridades.
4- La traición o el miedo a confiar
Surge cuando el niño se ha sentido traicionado por el progenitor del sexo opuesto, sobretodo entre lo dos y los cuatro año de edad; por lo tanto relacionado con una represión del edipo : amor al progenitor de sexo opuesto. Lo cual afectará más adelante sus relaciones sexuales y afectivas; tendencia a comparar a la pareja con el progenitor. Esto abre una desconfianza que se puede transformar en envidia y otros sentimientos negativos, por no sentirse merecedor de lo prometido y de lo que otros tienen.
Haber padecido una traición en la infancia construye personas controladoras y que quieren tenerlo todo atado y reatado. El controlador tiene una personalidad fuerte e impone su voluntad, sobre los demás.
Sanar las heridas emocionales de la traición requiere trabajar la paciencia, la tolerancia y el saber vivir, así como aprender a estar solo y a confiar en los otros, delegando.
5- La Injusticia
La injusticia es el incumplimiento de los derechos y mérito de cada uno. No sentirnos apreciados o respetados por nuestro justo valor. Padres fríos y demasiado autoritarios, se generan sentimientos de ineficacia y de inutilidad, tanto en la niñez como en la edad adulta.
El niño no puede integrar bien su individualidad (3-5 años) ni ser completamente él mismo.
Las consecuencias directas de la injusticia en la conducta de quien lo padece será la rigidez, pues estas personas intentan ser muy importantes y adquirir un gran poder. Además, es probable se haya creado un fanatismo por el orden y el perfeccionismo. Son personas sensibles que han puesto una coraza, para no sentir.
Requiere trabajar la desconfianza y la rigidez mental, generando la mayor flexibilidad posible y permitiéndose confiar en los demás.
En lo personal leer sobre las heridas de infancia se me hace algo fuerte y complicado , pues creo que tengo mínimo 3 de ellas y la realidad es que se dice fácil "ve a terapia para sanar las heridas" pero requiere de mucho tiempo, ganas de sanarlas, paciencia, perseverancia y sobre todo valor para afrontarlas.
En este espacio puedes escribir tu experiencia personal sobre como estás afrontando estas heridas.
Comienzo diciendo que llevo 2 años en terapia y aún siento que a veces retrocedo, aún siento miedo, aún me cuesta trabajo modificar algunas actitudes que sé que me hacen daño, pero si de algo estoy segura es que realmente quiero tener una paz mental y un equilibrio emocional.
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